Reflexiones sobre un asalto


Contrario a lo que muchos de ustedes puedan pensar, no me siento sin un brazo después de que me quitan mi celular o mi computadora. Creo que justamente el estar preparado para este tipo de cosas (tener copia de todos mis documentos) me permite poder seguir mi vida como si nada.

Me faltaría mi base si hubiese perdido mis contactos, mis documentos, mi información. No porque alguien más la pueda tener, sino porque significa meses de labor echados a la basura. Pero eso no sucedió. Al final, los humanos estamos expuestos -como cualquier otro animal- a la inseguridad de nuestro ambiente. A la falta de control que tenemos sobre condicionantes, factores externos, "cosas que suceden". Por eso siempre buscamos poder preveer lo más posible, para obtener la seguridad que sentimos que nos ofrece el saber lo que va a suceder.

Aunque en el fondo nunca podemos hacer esto, hay niveles de seguridad que podemos obtener. Así funciona en el mercado en la economía o en las instituciones en la política y en la sociología. Nos construimos reglas, leyes y candados que aseguren que ciertas situaciones se resolverán de una forma o de otra. Así nos engañamos con creer tener control sobre lo que nos sucede y lo que sucede a nuestro alrededor.

En este sentido, me he asegurado que ante un accidente, una situación incontrolada o un súbito asalto, yo pueda sólo perder el mínimo posible. En este caso, sólo el aparato.

En lo que se refiere al karma y al dharma, después de meses de meditación me doy cuenta de que en realidad me hiere y me enoja profundamente este pensamiento cuando se simplifica. Aunque creo que las buenas obras -o malas- se acumulan y a toda acción corresponde una reacción, me niego a que el establecimiento del punto de partida tenga que ser siempre negativo. ¿Por qué debemos pensar que es algo malo que accionó que me sucediera esto? ¿Por qué no partir de que es esto lo que acciona hacia algo más?

Como buen luchador social, creo en las libertades del individuo como algo fundamental para la vida. Esto ya está inscrito en un sistema restrictivo de leyes, instituciones y paradigmas que irónicamente se construyen socialmente para que podamos disfrutar más y mejor de nuestras libertades. Entonces, no deseo que desde la filosofía se coharte mi libertad por decir que todo lo que me pasa es una reacción. Voltiemos la fórmula, la cuestionante y por tanto la solución.

Personalmente, el que me agredan tiene como consecuencia ciertos sentimientos. Algunos de estos son negativos y otros positivos. Sin embargo, en el balance del proceso me llevo dos pensamientos concretos:

1) Parto del hecho de que cada individuo tiene la libertad y potestar de dirigir su propia vida. Por eso, quienes me asaltaron tienen el derecho de decidir hacerlo. Ello ocasiona consecuencias en sus propias vidas (en su karma si quieres) y en la forma en la que la sociedad -la comunidad- les juzga. Todo esto depende de un sistema de valores, creencias y comportamientos aceptados socialmente, de una norma.

2) Sin embargo, estas mismas decisiones parten también de las condiciones de vida del individuo. En este sentido, su acción se basa en la falta de oportunidades que le permitan acceder a sistemas de educacion formal e informal y por tanto imposibilitados a responder a una norma social; a espacios de participación política por medio de los cuales sentirse parte de la comunidad que les reglamenta y por supuesto, a empleos dignos que ofrezcan remuneración que posibilite vivir una vida decente.

Así las cosas, en este caso mi balance me lleva a pensar que justamente a mi labor le falta mucho. Lo que hago en el día a día es importante pero insuficiente, el ejemplo perfecto es que esto me pueda suceder en la comodidad de mi entorno propio.

Entonces, en realidad lo que me "afecta" y me "preocupa" es que este mismo argumento me pueda llevar a normalizar la situación. Ello en efecto me indica que vivo en un unievrso paralelo a la realidad de mi agresor. Algo debe estar muy mal si cuando me quitan algo valioso (en sentido estrictamente de valor monetario), puedo salir y simplemente reponerlo, haciéndome incluso sentir un poco mejor al ir por una versión mejorada de lo perdido. Sin embargo, el anclarme en saber que en cuestión de segundos alguien me puede quitar lo que a mi me cuesta dos meses de trabajo, 320 horas de arduo trabajo, me hace pensar que quizás no pierdo tanto suelo.

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