Reportandp desde la línea de fuego

El viaje bueno. Fue sólo hasta las últimas dos horas antes de aterrizar que me empecé a poner ansioso y desesperarme por llegar. La llegada muy buena, desde el principio empieza el choce cultural... un aeropuerto sumamente "tecnogilizado", bandas automáticas por todo lado. Un lugar inmenso.

Pasé por el recorrido entero, policía y aduana. Afuera, me esperaban con un cartel con mi nombre. Pagué el coche a mi hotel. Lo compartí con Adrián. Un polaco muy simpático que inmediatamente me invitó a tomar una chela. Llegamos al hotel después de una pequeña charla con el chofer. El camino: ruptura de esquemas y prejuicios.

Me esperaba un lugar como la India, para ser sincero. Si bien sé que es una región geográfica distinta, mi prejuicio fue hacia una sociedad un poco más tercer mundista que México. No podía errar más, fue lo contrario. Una autopista en elevado (abajo de la autopista arbustos, arboles, palmeras y un verde apabullante). Después de unos 10 minutos, comenzamos a entrar a la ciudad. Rascacielos brillantes por doquier y un titipuchal de viejos condominios que mucho asimilan a la Habana. Mezclados los unos entre los otros, para generar una impresión generalizada de ahora sí, un país en "desarrollo".

Una hora para descansar, rasurarse, bañarse y cambiarse. Con nuevas pilas, salir por la chela con Adrián. Varias chelas después y en medio de lo que parecía un monzón adelantado mezclado con huracán citadino inoportuno, caminamos de regreso al hotel.

Media hora para bañarse y cambiarse otra vez. Peor que acapulco en su momento dorado a los 7 años, uno se está secando del baño y ya estás sudando otra vez por el esfuerzo de dicha actividad. En el lobby me encuentro a Caitlin (la coordinadora de la org con la que estoy aquí) y conozco a Anna de Ukrania, que tiene el mismo papel que yo. Queda que lo que yo en América Latina, ella en Europa del Este. Unas chelas más en bar del lobby en lo que se preparan. Salimos los cuatro rumbo al hotel sede de la conferencia para una cena de bienvenida. Nos vamos en el tren ligero que vuela por los aires de la ciudad.

Con aire acondicionado, televisiones por doquiera, maquinas que automizan todo y muchos colores brillantes llegamos en cuestión de minutos. En la cena encuentro a varios amigos recientes del movimiento. Decidimos después de unas horas regresar al hotel por pasaportes para poder salir a bailar. En el taxi me voy con Todd, gringo y director internacional de una campaña mundialmente reconocida y Jeffrey, una travestí risueña y sumamente entretenida.

En el camino nos para la policía. En la paranoia del gringo y mía rapidamente acordamos que no conocíamos a Jeffrey, en caso de que llegara a traer droga escondida (!). Los extranjeros debemos estar juntos, después de todo. Después de una revisión meticulosa que me pareció sumamente inapropiada pues me toquetearon con gana y ventaja, estábamos de regreso en el taxi y en rumbo a bailar. Al llegar reagrupamos: Adrián, Caitlin, Anna, Jeffrey, Pia (amiga de Jeffrey, tailandesa sumamente simpática), Todd y yo. Entramos a un grupo que nos pareció simpático y cuál va siendo la sorpresa que Aram no puede entrar porque viene en chanclas!

Convenientemente hay una tienda de zapatos del otro lado de la calle. Por tanto, cruzo y compro la nueva versión de tennis blancos que hace unas semanas tuve que tirar porque ya no me quedaban. El costo, 200baht (74 pesos) y la entrada al bar. Lo que claramente suponía ser un bar resultó ser un patio con 5 antros a su alrededor dentro de un mismo complejo. Entramos a uno de ellos en el que había travestis cantando en dos escenarios de forma paralela. Unos vodkas y comenzamos a bailar.

Un par de horas después el grupo se había autodeclarado el alma de la fiesta y mostramos decididamente nuestra decisión equívoca de profesión como bailarines profesionales. Arriba de la barra, en los escenarios siendo entrevistados en Thai (?), a lo largo y ancho de la pista... en fin. Varias horas más tarde decidimos regresar al hotel (hoy descubrí que eran las 5am!). Unas varias horas de sueño en una cama sumamente cómoda después de un baño matutino y un par de cafés y estaba rumbo a la primera junta de "orientación" para la semana.

Me registré y encontré a varios amigos y conocidos. Luego, comí con Caitlin y Anna en un restaurante cercano al lugar de la junta. Menú: jugo de mango y sopa de coco con pollo. Luego como postre un helado blanco (lamentablemente el vendedor y yo no nos pudimos comunicar y no le encontré solución al misterio) en la calle. Como ambas Anna y Caitlin tenían juntas en diversos lugares y yo una tarde relaja y libre, cogí camino hacia el hotel.

En el camino me topé con un seven eleven que es mi nueva tienda favorita pues son pequeños espacios acondicionados con muchos productos muy baratos y con colores brillantes y llamativos por doquier, televisiones y anuncios animados apabullantes a la vista pero que dejan al cliente con un sentimiento de satisfacción consumista. En el tren ligero de los aires me perdí y me fui en dirección equivocada, luego regresé como sí era.

El último tren al que me subí constaba de 6 estaciones. Un niño como de 10 años se subió y sentó a un lado de mi. Pantalones de vestir, playera negra y tennis Nike. Un cúbo de Rubric en sus manos, completamente desordenado. Como platos quedaron mis ojos cuando observé su habilidad fina motriz para utilizar el cubo. Como charolas redondas cuando vi que su habilidad iba acompañada de lógica y pensamiento lineal avanzado. Como manteles redondos cuando para la tercera estación había ya logrado dos lados. En propia experiencia eso es lo más que he logrado hacer en un promedio de una hora. Luego, al darse cuenta de que ya había consumido la mitad de su tiempo, agilizó sus estrategias para volverlas más productivas al fin. Estación cinco y con una velocidad lógico-motriz comparable con la de tiempo-velocidad-espacio del tren, tres lados más exitosamente logrados. Última estación y momentos antes de que el tren parara, terminó su cometido.

Impresionado me le quede viendo. Observé su satisfacción dibujada en una sonrisa en su cara. Nadie lo recompensó o siquiera reparo en lo aquí narrado. Tu reportero estrella boquiabierto y con ojos ya de mesa redonda, tuvo ganas de aplaudir. Nadie hizo nada. "Last station, On Nut". Todos salimos del tren hacia el calor tropical de la calle. El niño se perdió entre la multitud. Yo regresé a mi hotel para bañarme y descansar un poco al lado de la alberca.

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