De companeros de viaje e India en un universo paralelo (o de las vacas flacas a las vacas gordas)

Señores y señoras, niños y niñas... He entrado en un universo paralelo con una India que me desconcierta aún más. Desde mi última misiva electrónica a ustedes pasaron muchas cosas. Aprendí mucho. Hice muchos amigos y amigas. Me vieron la cara. Luego se las vi yo.

El tren de Jhansi a Varanasi fue ETERNO. Ponganle ustedes que la mejor clase del tren de más de 14 horas resultó ser una versión mucho más económica y sucia que el pullman de sus pesadillas. No pasa nada. Lo gocé enteramente en sueños con mi mantita y desayuno incluido. Con los ronquidos del de alado y el ventilador a todo lo que da. Conocí además dos compañeros de viaje por un par de días: Un par de viejos homosexuales que radican en Bruselas, casados por más de 10 años y con dos hijas que lamentablemente no los acompañaban. Él con todo el perfil alemán y un acento muy marcado en su inglés. Él de padres indios nacido en Uganda y expulsado después de la dictadura hacia Bélgica. Ambos en segundo viaje a la tierra de uno de los él. Desconcertados como todo turista que abre los ojos en este país.

Caminamos por las sucísimas calles de Varanasi y nos subimos a un bote en mero festival. La cantidad de gente es maravillosamente fascinante. La cantidad de basura (triplicando la peor de sus memorias del riachuelo contaminado mexicano) es abusiva. El dejar caer la quijada por la impresión de ver a niños, niñas, hombres y mujeres, ancianos y perros bañarse a lado de la vaca muerta flotando hace un par de días, los pañales a la deriva y la grasita que flota en la superficie como en el mejor caldo de sierra Nayarita que hayan ustedes probado, simplemente no tiene comparación. Varanasi, a su manera, me cautivó. Me dejó aprender mucho sobro el hinduismo y su manera. Sus lecturas profundas en la mirada. La flor que ustedes creían harto mexicana es en realidad universal (zempaxuchitl) y aqué es conocida como ghenda.

El gran aprendizaje de Varanasi hacia mi persona (o la moraleja pues): Uno puede triunfar en la negociación con una buena estrategia y un firme posicionamiento de lo que uno quiere y lo que no (o que tanto lo quiere uno). Después de que me vieron hartas veces la cara en Rajastán y compañia, en Varanasi logré las compras deseadas. Saris de seda, mascadas y pashminas a precios irrisorios. La mejor compra fue mi negociación de un sari de seda (que futuramente se convertirá en cortina mexicana) de 30 mil rupias a 5 mil ! - La mejor compra, mi pañuelo preferido que uso al mejor estilo local de escasas 100 rupias. Para las propinas me volví excelso y cuando primero me veían feo por dejar 20 rupias, en Varanasi logré las mejores sonrisas por dar 1 kilo de arroz preparado de forma local. Todo lecciones para el futuro...

El segundo conocido fue un pequeño de 16 que juro que parecía de 25 y con quien apenas me comuniqué un par de palabras en mi mejor hindi. Después la relación terminó por nuestra falta de comprensión verbal. Él tomó el tren que seguía, yo esperé el mio retrasado tres horas más.

En mi paciente espera conocí a un joven de 26 años, ingeniero de Delhi que está trabajando para el Ministro de Ferrocarriles de la India. Me explicó, para mi asombro, que la estación que yo comparaba con una versión pequeña de Observatorio con el ad valorem de las cuatro vacas que recorrían incansablemente los pasillos, era en realidad una de las estaciones de la vía más larga de todo Asia. Me dijo que él estaba encargado de la remodelación de la vía por lo cual estaba de viaje por dos años más mejorando el servicio. Después quería ir de regreso con su recién esposa a Delhi y viajar a Bhopal. Discutimos de las posibilidades de empleo en la India por largas horas.

Apenas 14 horas después, a mi despertar del tren que me regresó a Delhi conocí a mis cuatro compañeros de viaje por esas placenteras horas. El recuento vendrá después ya que lo redacté con mucho cariño en mi libreta de campo que el día de hoy decidí dejar lejos de mi persona.

Saliendo del tren, afuera del vagón estaba mi persona favorita en el país y por quien, a mi pesar, dejé salir una lágrima en la comisura del ojo cuando le vi. Ramesh, nuestro chofer pasado (y pesado), había regresado para recogernos del tren y llevarnos a recoger unos boletos de avión que habíamos comprado semanas antes y que no habíamos tenido en nuestro haber por imposibilidades técnicas. Le agradecí que viniese por nosotros. El trayecto hasta los boletos fue maravilloso. Nunca vi el sol brillar tanto en la India como en Delhi esa mañana. Supongo que el gris de los cielos que Ricardo describe como el Armagedon mismo de la Tierra al caer un cohete y estrellarse contra el suelo con toda fuerza de gravedad había nublado mi visión en Agra, Varanasi y el resto del polvoriento Rajastán quasi-desértico. Delhi brillaba esa mañana con todo su optimismo de posibilidades futuras.

"Aquí su boleto de avión, sir", "Gracias", "Ejem... a qué hora sale", "Pues en 50 minutos" o_O
"Y cuánto tiempo antes hay que estar en el aeropuerto para vuelos nacionales?", "una hora al menos", "fantástico!"... Corrimos y corrimos por la Delhi-rante ciudad. El brillo inicial se volvió en calor abrazador que quemaba todo optimismo. De alguna manera lo logramos. No sólo llegamos con escasa media hora antes de que partiera el vuelo, sino que con mi mejor diplomacia y mis recién adquiridas técnicas de negociación, pasamos 4 retenes de policía (de esos que te hacen sacarte hasta el cinturón) y atravesamos detectores interminables, filas de incansables argumentadores Aristotélicos y cruzamos con todos los artículos prohibidos que ustedes puedan adivinar. En EEUU simplemente me hubiesen tirado la maleta a la basura o tachádome de terrorista de por vida.

En el avión conocí a un nuevo compañero de viaje: Matthias. Un joven corredor de bolsa alemán, egresado hace un par de años y que radica en Munich pero que viaja el mundo de forma incansable. Por equivocación y dada mi exitosa negociación con la guapa azafata (la sonrisa abre puertas) para lograr usar el baño en media turbulencia, terminé lejos de mi lugar y sentado a un lado de Matthias. Él me explicó que en el sur del país vive la clase media alta y alta del país. Que el 25% de los vuelos nacionales eran personas que volaban por primera vez en sus vidas, ergo las estrictas políticas del cinturón, y que ello evidenciaba, naturalmente, la explosión económica y el crecimiento del PIB en la ultima década.

Nuestra conversación verso en torno a la política comparada en temas referentes a la economía, el turismo, la agricultura, la religión, la seguridad, los taxis y la comida entre México, Alemania y el resto de la UE, India y la Habana. Mi nuevo amigo es tan viajado como su servilleta y prometimos planear una excursión a los Emiratos Arabes en años venideros. Regresé, después de un par de horas a mi lugar.

Bajando del avión resultó aún más desconcertador que el primer aterrizaje que tuve en este país. Entré, definitivamente, en un universo paralelo. El calor estaba muy bien contenido por las fuerzas de los conductos de aire acondicionado. Un aeropuerto con apenas 3 meses nos recibía con letreros electrónicos, bandas, pisos de mármol y todo tipo de relucir que México bien quisiera y que yo había olvidado hace un par de semanas. Saliendo, nos dirigimos a Bangalore entre verdes prados y cielos azules que pensé nunca volver a ver. El nuevo compañero de viaje es un chofer musulmán que se llama Soofi y que tiene 25 años. No es casado y habla un inglés bastante distante al de Bookingham.

Entramos en la ciudad con un asombro que no me dejaba cerrar la boca y pellizcarme cada dos cuadras! Nadie toca el claxon, los carriles son respetados, hay nombres para las calles y hay banquetas (o lo que es mejor, la gente camina en ellas!). Hay semáforos (y se usan) hay policías en cada esquina y hay direcciones de tránsito. Lentamente y quizás para el bien de la esperanza mundial (aun no decido) descubrí que esta también es India. Bangalore siendo la capital nacional de la producción tecnológica y la Meca mundial del software ha dejado inversiones a la ciudad que uno no soñaría ni en los puercos reflejos del Ganges!

Dormimos.

A la mañana siguiente descubrí una ciudad con museos, iglesias cristianas por doquier, el templo Sij más grande del país, un palacio de gobierno bastante parecido al de la Reina... pies y cabeza para la ciudad. Por primera vez en semanas tomé un mapa y lo pude seguir. La universidad de varios kilómetros cuadrados posee parques verdes, prados, un hotel, un supermercado, templos y bibliotecas impresionantes y la gente se transporta en carritos de golf. Los rickshaws (tropicalización automotizada de los bicitaxis acapulquenos) tienen taxímetro, hay metrobuses (como los de AMLO) y para mi sorpresa, el peor inglés probó ser el de Soofi. Sin embargo, la comunicación no deja de ser complicada entre 9 lenguas distintas en el Estado, tres alfabetos y 5 religiones predominantes. Mi Kurta me denotaba viajero del norte, como Oaxaqueño llegado a Monterrey, identificable desde el espacio como muralla China. Me la quité y vestí mis antiguas playeras de origen gringo (o chino) y que son aquí también la última moda.

Mis esquemas recién construidos para comprender y asimilar la pobreza extrema y pauperrísmo que había venido viendo se vinieron a pedazos en instantes cuando al caminar aventureramente por mi primera banqueta hace días, me topé con un Louis Vuitton seguido de un Mont Blanc y todo lo que las empresas significan. Decidí entrar en el pasadizo que había entre ambas puertas y un pasillo no muy prometedor me llevó directito a Masaryk y más allá. Tiendas de primer mundo se dejaban ver una tras otra con pisos de mármol, pinturas de fresco en las paredes, guardas de seguridad por doquier y una clase socioeconómica que nunca me imaginé encontrar.

Decidí darme un pequeño respiro y me senté en un pequeño patio de un restaurante italiano. Suspiré. De pronto noté que había Jazz en el fondo. Volví a respirar y me dejé acomodar en la silla de ratán. Abrí los ojos y queriendo ver el firmamento descubríme rodeado de rascacielos iluminados. Comí una pizza y me dí una vuelta por las tiendas de lujo, le dí un sorbo a mi mocktail de menta. Señores y señoras, esto es un GOLPE DURO AL IMPERIALISMO que dimos esa velada gastando miles de rupias en tiendas fantásticas de precios magníficos y con cosas maravillosas! Con decirles que los precios eran tan exitantes que a nada estuve de comprarme una nueva lap-top de último modelo.

Sigo intentando descifrar los contrastes que el segundo estado más desarrollado del país me ofrece. Hay vacas gordas y con correa de paseo por las calles. Las vacas flacas quedaron atrás. Cruces cristianas se encuentran entre los St Joseph's Girls Schools, los Queen Victoria Hospitals y los majestuosos 'roads' que se abren paso entre interminables e iluminadas arboledas. Las ciudades con mayor desarrollo tecnológico y explosión económica sólo superada por la de China (6% / 10%) son contrastadas con el alfabetismo nacional (menos de 75% en hombres y menos de 50% en mujeres), la discriminación de género y casta, y los escasos servicios de salud.

El capitalismo en toda su extension con McDonalds en cada esquina y Subway en la contraesquina, tiendas de lujo incluso para las clases altas de México, restaurantes y cafés en las avenidas, dan un golpe bajo al imperialismo y a la identidad india. Cualquier gringo o europeo se ve sorprendido en los súper malls. Kipling o Catherine Mayo no darían crédito, pues sus descripciones del cono invertido como algo distante de Europa muy atrás han quedado. El norte desarrollado hoy quedo en el sur, como natural viene a un cono invertido. Bollywood y los hubs financieros defienden a India y lejos la sitúan del atabismo que pretenden los occidentales. La separación por civilización que pretende Huntingthon se ve desdeñada y amenazada por los avances en tecnología, medicina, astronomía, lógica y matemática que encontramos en una multipluralidad de religiones que conviven pacíficamente. A su vez, cualquier interesado social se ve maravillado por los trabajos de base de ONGs que se abren paso con políticas sociales y urbanistas en las ciudades.

El mercado global ha dado una oportunidad para esta parte del subcontinente para generar ganancias de manera competitiva. Falta ver si India seguirá los pasos de China con sus políticas culturales, de inversión en la educación de las masas (aquí si se toman con té) y los sistemas de salud públicos. En el entretanto, me dejo llevar por mi nuevo maestro de Tamil y descifro el Corán poco a poco desde mi amplia ventana en el Ambassador con aire acondicionado. El mismérrimo coche que utilizaba Gandhi y sus ministros en 1952 y de producción nacional (gran orgullo dicho sea de paso).

Hoy día me encuentro en Mysore, pueblo/ciudad que alberga un castillo idéntico al de la antigua capital imperial y mis tardes se escapan entre bellos jardines de rosas y fuentes bailantes muy bien iluminadas. Siendo que la ciudad nunca fue parte del imperio en realidad, la fuerza del Maharaja me prende para enviarles más calurosos saludos y sonrisas!

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