Tush

Cuando uno camina una milla hacia el este, también está caminando una milla hacia el oeste”, leía una frase que me dejó pensando durante harto tiempo mientras observaba el tronco de un árbol en el parque. He decidido que debo salir más a leer a lugares públicos, en específico aquellos que me permiten ver la poca naturaleza que tenemos en la monstruosa selva de cemento en la que vivo. Leí seguido al menos unas tres horas, en la banquita del parque, en la sobra. Me acordé que era un promesa que me había hecho hace mucho. Pero el presente es lo que cuenta, pues es el conjunto del futuro y el pasado que se dedica en su plenitud con cada segundo que ocurre.

Mi hermano me enjaretó a su nuevo perro todo el día. He de confesar que después de un corto paseo y de que me acompañara en mi meditación, el animal que cayó bien. En el segundo round de vueltas al parque hasta me entusiasmó porque me di cuenta que en verdad sí es una arma eficaz para socializar. Después, mientras esperaba a que pasara la lluvia bajo un techito de una librería resultó que me convenció y tengo que confesar que aunque no soy animalero el pensamiento de adquirir un perro se mantuvo fijo en mi mente por varios minutos; mientras desfilaban frente a mi chicas guapas que se quedaban a platicar, niños con sonrisas grandes que querían acariciarlo e incluso señores y señoras que deseaban cooperar con consejos de cuidado y alimentación. Ya sé que la moda ya lleva un rato en la Colonia, pero en verdad estoy impresionado; no sabía que funcionara tan bien.

Después de deshacerme del animal me puse ropas de meditación y me senté a darle un espacio a mi mente. He pasado todo el día leyendo, en los distintos rincones en los que he estado de la ciudad. Tengo que decir que en definitiva, la concentración y perspicacia que deja a uno la práctica del zazén es bastante interesante.

Al perro, yo lo re-nombré tush pues en Maya significa ombligo.

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