Otro fin de semana

En Argentina, a principios del siglo XIX no era obligatorio votar. Además, desde que uno se apuntaba en el padrón electoral hasta el momento de emitir el sufragio, el ciudadano se veía obligado a demostrar interés y diligencia para efectuar dicha acción.

Me suena a como que deberíamos implementar algo similar, ¿no?. Pues la verdad es que no entiendo muy bien el por qué obligamos a todos los ciudadanos a votar y no exigimos, por el otro lado, que se encuentren enterados de una forma mínima. Ya bien es sabido que es más fácil criticar que hacer…

El fin de semana fue uno de descanso y de alejamiento de cualquier tipo de acción pensante, por ello el tiempo que ha pasado desde que publiqué por última vez.

Sin embargo, para nuestra estimada ciudad fue un fin de semana harto largo y atareado. Recordemos, por principio, que son tiempos de lluvias otra vez, lo cual representa movimiento per se. Pero además, aunque caigan chubascos sólo por la tarde, conmemoremos que nos acercamos a las fechas en donde hace casi un año por poco dábamos patadas de ahogado con tremendo granizo.

Después, el sábado, fue la marcha por la despenalización de la mariguana en el parque México, en la colonia Condesa. Aunque no pude asistir por causas de fuerza menor, me enteré que el día transcurrió sin novedad más que tres detenidos que terminaron en el Ministerio Público por posesión de drogas.

El fin de semana terminó con la demostración desnuda en las fotografías de Tunick en el Zócalo capitalino. Me pone über feliz el hecho de que aunque nuestra sociedad sea una tan conservadora, del arte aún se logren vías subversivas para expresarse y con el apoyo de al menos unas siete mil personas en lo que parece fue la obra más grande del fotógrafo norteamericano. El hecho de que se haga en el zócalo, en donde los poderes de nuestro país conviven costado a costado del cuadro principal, además, indica un mensaje sublime para éstos. En dicho mensaje, el receptor número uno, sin duda, es la iglesia católica mexicana, aunque no lo quieran escuchar a uno.

Y si usted, querido lector, tuviera a la institución de la iglesia en frente, ¿qué le diría?



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