Luz cantora

Algunos agradecen a la presión por permitirles trabajar de manera más constante y congruente con lo que desean y quieren obtener como resultado. En lo personal nunca he sido del club de esperar hasta el último momento, por el contrario suelo ser de gran iniciativa y me gusta adelantarme en el quehacer. Esta noche, particularmente, lucho contra el reloj. Me contestarán que quién no está luchando contra el tiempo en la vida, pero mi argumento es en lo mínimo filosófico lector; es que se me acaba la pila del ordenador y no veo la hora de conectarme para publicar lo mucho que sucede en mi cabeza.

Comenzaron a golpear unos tambores con sagacidad y sigilo; casi era imposible imaginar que hacían falta más de cincuenta hombres para lograr el cometido. Sin embargo, la imagen era pulcra, silenciosa y demandaba la mayor atención del público. Una tela roja se desenvolvió por el escenario y una mujer colgaba de una punta de ella. Siempre pensé que a los europeos les gustaría cuestionarse con las muchas imágenes que se podrían interpretar; veo que hay los turistas perdidos que también lo hacen, cual si compartieren la cuna blanca y privilegiada.

Apareció una segunda figura en proscenio, esta vez era un hombre con el torso descubierto y telas que envolvían su pelvis; vestía al igual que ella color rojo. Contrastante claro está con el fondo negro y tupido como la noche. De pronto, en el centro brilló una luz que invitaba a un tercer personaje, la cantante, a deleitarnos con la voz melodiosa que nos ofrecía. Hablaba en portugués, idioma europeo claro. Ella vestía de verde, con una trenza de grueso cabello negro cayendo por su hombro derecho y con unos lindos ojos grandes y obscuros. ¿Mencioné que en el centro brilló una luz?

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