Imposibilidades reales

En los últimos días me he privado del placer de escribir, mis estimados lectores y lectoras, pues me he visto envuelto en imposibilidades prácticas dado el harto tiempo que se puede consumir en oficinas gubernamentales, en discusiones y pasiones secretas del alma y en viajar.

También en este último periodo me he visto feliz porque finalmente siento que avanzo. Me doy cuenta de que tantos años de arduos trabajos, voluntarios claro está, van rindiendo frutos y colorean mi vida como lo hacen las jacarandas en estos días en la Ciudad de los Palacios y las camelinas en la antigua Valladolid, de Michoacán de Ocampo.

Y hablando de pintar y colorear, hice la símil ageográfica que nos representa la globalización. Pensé harto, en algunas horas muertas en donde me tuvieron viendo películas estúpidas en donde se presentaba al tiburón como un ser insensible, racional y guiado por la necesidad de matar. Si nuestra realidad nos invita a un mundo sin geografía, en donde las barreras arancelarias caen y el mundo se integra en un nuevo sistema económico, en donde no hay más mercado, en donde el conocimiento está al alcance de una generalidad de la población mundial; ¿cuál es el papel del Estado?

¿No acaso el monstruo hobbesiano ha muerto lenta pero inexorablemente? Adam Smith, desde sus tiempos, nos prevenía de limitar y coartar la acción del gobierno en lo que él denominaba las libres fuerzas del mercado. Mi pregunta es la siguiente: el día de hoy, ¿México es un país capitalista, globalizado y postmoderno?

Algunas entradas atrás me atrevía a anunciar al ser sin ser en él. Hoy pronuncio mi cuestionamiento en cuanto a la justificación del gobierno mismo, de los partidos políticos y de los sindicatos. ¿A quién defienden estos últimos? Habíamos ya planteado que en la globalización nos insertamos, cada día más, en un mundo que no sigue las antiguas reglas geográficas, culturales, económicas o sociales; incluso a veces reta las reglas mismas del tiempo y de la historia. Entonces, los trabajadores mexicanos, de ciertas clases sociales, con ciertas preocupaciones y con una necesidad común siguen todas y cada una de las reglas anteriores a dichos tiempos postmodernos. Esto último me lleva a pensar que quizás la tan anunciada postmodernidad, a nosotros, no nos ha llegado.

¿Y cuál es el papel del gobierno? Desde hace varios años, son más las empresas transnacionales como General Motors que manejan más cifras en sus cuentas que los productos interiores brutos de los países de Latinoamérica (con excepción de México, Brasil y Argentina). Si el poder que dichos sectores poseen es mucho mayor que el de la generalidad de los Estados, ¿qué rol pueden jugar los gobiernos? Aún más, los partidos políticos no poseen ninguna clase de relevancia en el mundo actual.

Prueba de lo anterior, me es ofrecida cuando veo las encuestas para planes nacionales (hace apenas algunos días llené la de Relaciones Exteriores). Vaya pues, ¿cómo llegaron estas gentes al poder sin tener un plan a priori de lo que hacer? Ahora quieren que nosotros les digamos qué hacer, puntualizando detalles. ¡No les basta que los llevemos al poder, sino que además desean que les digamos qué hacer y cómo hacerlo!

Entradas atrás hablé también de la falta de acción de la sociedad civil. Sigo pensando que es necesario que crezcamos el poder de estas para lograr una sociedad más y mejor integrada, en donde se defiendan las necesidades y las visiones de facto y de traduzcan de manera formal.

El anarquismo ruso nos indicaría que, si lo que quieren es qué les digamos qué hacer y cómo hacerlo, mejor que nos den el poder de una vez. Es decir, que exista una autodeterminación por parte de la sociedad de manera real, en donde nosotros guiemos nuestras propias acciones. Por supuesto que si la democracia, directa o indirecta, es una utopía, el anarquismo lo es aún más.

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